Nakie al Mundo

En un camino patagonico que nos conducia a un cambio de vida, nos topamos con una viajera, una que se convirtio en llave, y no abrio una puerta que no pudimos volver a cerrar.
Dejamos atrás, la ciudad próxima a la costa, para adentrarnos cada vez más en la meseta Patagónica, El Gigante que, de aspecto desértico, alberga una vida latente. Tras recorrer nuestros primero 100km habíamos terminado nuestro primer termo de mate. Que mejor, que un viaje con matecito, pensamos, así que eso no detuvo en la estación de servicio de la entrada al maravilloso Dique Florentino Ameghino, ahí cargue el agua caliente y cambie la yerba, con ganas de seguir camino salgo nuevamente del auto para tirar un empaque vacío de galletitas y cerca del basurero se me escapa y el viento lo lleva como unos 30 metros, lo vi volar con ganas de abandonarlo pero la conciencia no me iba a dejar en paz en todo ese viaje, así que corrí tras un empaque fugitivo y cuando conseguí agarrarlo ya me había alejado un poco mas de 50 metros, volviendo con la mirada baja pensando en que se yo que paso frente a una personas, las estaciones siempre tienen personas uno nunca sabe que hacen ahí si vienen o si van; se me acerca una chica,
llamada Magdalena, me pregunto si podíamos llevarla junto con su amiga hasta Esquel, ciudad que nos quedaba de paso, en ese momento, ella sin saber, nos regalo el don de la vista, y vimos a este mundo y sus personas, desde aquel día estuvimos más atentos a las personas que están a nuestro alrededor;  temeroso de dar una respuesta solo y teniendo en cuenta que teníamos casi nada de espacio, explique la situación, pedí una disculpa por no poder ayudar y me despedí, fui con prisa a contarle a la familia lo ocurrido, nunca habíamos llevado gente extraña. La reunión familiar fue corta, solo bastaba con ver alrededor para saber que no había muchas posibilidades de salir de ahí, el tráfico era escaso casi nulo y apretados entrabamos. Así que fui al trote a buscarlas y decirles que teníamos que intentar entrar, si entrabamos, las llevábamos. Contenta, agarraron sus mochilas, que de hecho eran más grandes que ellas, y nos dispusimos a realizar un tertis para entrar, Y ¡BINGO! lo conseguimos. Arrancamos nuevamente, con mate nuevo, y nuevas compañías.


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